domingo, 16 de diciembre de 2012

Pulcinella, un italiano a buen precio

Esta semana queremos recomendaros uno de nuestros restaurantes más frecuentados. Siempre que nos apetece salir y no gastar mucho, pero comer bien, nos pasamos por Pulcinella. En la calle Regueros, muy cerca de la plaza de Chueca, se encuentra este restaurante italiano que ofrece comida sencilla pero con buena materia prima. 

Como nosotros solemos llegar a comer muy temprano, somos de horarios europeos..., no suele haber problema para tomar el aperitivo en las dos mesitas que tienen en la calle. Son muy agradables incluso para comer aquí porque la calle es peatonal, chiquitina y no tiene demasiado tránsito, sobre todo a la hora de comer. 




Entre nuestros platos favoritos están: la burrata, la sirven solo con un chorro de aceite de oliva, pimienta y sal, ¡estupenda!; la caponata; los strascinati a la norma, pasta con berengenas, tomate y requesón, mis favoritos sin lugar a duda; papardelle frutti di terra, pasta con trufa, boletus y tomates secos, ¡¡buenísimo!!; pasta frutti di mare, pasta alla rabiata... la verdad es que todavía no pedimos nada que no nos gustase. 


Y para los que prefieran pizza, también disponen de una amplia carta. Las veces que la tomamos no estaba recargada con tomate y queso, y la masa, aunque un pelín gruesa, dejaba que los sabores de los ingredientes tuvieran su protagonismo. 
 

Y aunque no somos muy "postreros", en Pulcinella siempre pedimos tiramisú y panna cotta. Ambos postres son caseros, muy cremosos y muy parecidos a los que probamos en distintos sitios de Italia. El único inconveniente es que son un poco caros con respecto a los precios del resto de la carta, 5,50€ el tiramisú, por ejemplo.


Algo que no me gusta de la mayoría de los restaurantes italianos es la carta de vinos porque suele ser, casi siempre, una lista de vinos españoles que se siguen los unos a los otros sin ningún criterio. Pues bien, en Pulcinella tienen una carta bastante surtida de vinos italianos con varios precios que oscilan entre los 20 y los 130€. ¡Para todos los gustos!




En definitiva, un básico en nuestra lista de esos que se hacen querer y que no podemos dejar de visitar de vez en cuando.

Precio medio: 25-30€
Trattoria Pulcinella
C/ Regueros, 8
28004 Madrid
Tfno: 913197363
http://www.gruppopulcinella.com/ 

lunes, 10 de diciembre de 2012

Évora

Nuestras vacaciones del pasado verano transcurrieron por tierras lusas. En ellas encontramos pequeños y grandes tesoros que os iremos descubriendo poco a poco. En la entrada de hoy voy a hablaros de Évora. Una ciudad de la región del Alentejo muy cercana a España y que, por su tamaño, se puede visitar en un día, o si os lo queréis tomar con un poquito más de calma, es ideal para una escapada de fin de semana.

Nosotros decidimos alojarnos en el hotel M'ar De AR Aqueduto, un fantástico hotel situado al ladito mismo de los restos del acueducto romano Agua da Prata. Todo en él resultó perfecto: la moderna decoración, el trato atento de su personal, el riquísimo y variado desayuno y su ubicación, perfecta para recorrer a pie la ciudad, así como por las maravillosas vistas al acueducto que se tienen desde los pasillos, la piscina y algunas habitaciones (no la nuestra...).




Como llegamos a eso de las dos de la tarde de un caluroso día de agosto, decidimos guarecernos un par de horas del sofocante calor alentejano y disfrutar de la piscina y de las zonas comunes. Una experiencia tan agradable que nos supo a poco y nos quedamos con las ganas de probar algún tratamiento del spa que tenía una pinta estupenda.



Ya por la tarde salimos a descubrir la ciudad un poco al azar y sin grandes pretensiones.  Era el final del viaje y tan solo queríamos pasear y saborear aquel momento. A nuestro paso nos encontramos con  la Praça do Giraldo en la que nos detuvimos a tomar un buenísimo café portugués en una de sus terrazas. La Rúa 5 do Outubro, en la que podéis comprar todo tipo de curiosidades y artesanía, nos condujo a la Catedral y al famoso Templo de Diana, una muestra más del paso de los romanos por esta ciudad.

 


Como en Portugal anochece una hora antes que en España y además tienen horarios europeos, más vale no despitarse con la hora de la cena si no queréis volver al hotel con el estómago vacío. El restaurante que elegimos para darnos uno de los últimos homenajes fue Dom Joaquim, conocido por ofrecer comida tradicional del interior del Alentejo, basada en guisos más contundentes, carnes y platos de caza.




El trato del personal fue excepcional y siguiendo sus consejos, yo me pedí cordero asado (el mejor que he comido en toda mi vida) y mi chico un solomillo con salsa de mostaza. El chico que nos atendía sabía bastante de vinos, así que también seguimos sus recomendaciones y tomamos un vino tinto de la zona llamado Monte Maior. Aunque las raciones son abundantes, no nos pudimos resistir a probar sus postres caseros, estaban espectaculares. Terminamos la cena con un café y unos chupitos de licor de bellota. Salimos de allí encantados con el trato recibido, la excelente comida y un más que razonable precio (58 euros).

Y esta fue nuestra primera toma de contacto con Évora, una pequeña ciudad encaramada en una colina, de estrechas y serpeteantes calles blancas por las que merece la pena perderse.





lunes, 3 de diciembre de 2012

Cinque Terre

Hace tiempo prometimos hablar de Cinque Terre, pues bien, ha llegado el momento y espero que os guste tanto como nos gustó a nosotros. Cinque Terre es una zona poco conocida, incluso por los propios italianos, en el norte de Italia. Monterroso al mare, Vernazza, Corniglia, Manarola y Riomaggiore son los cinco pueblos que forman el Parque Nacional delle Cinque Terre, que busca conservar el estilo de vida, la agricultura y el paisaje propios de esta zona. 


El hecho de que sea un Parque Nacional hace que los pueblos se conserven con su arquitectura típica y que no hayan crecido sin control, pero ¡aviso a navegantes! eso también implica que no pueden acceder coches a los pueblos y que la única forma de acceder es por tren, que circula solo durante el día, y ¡no hay taxis! solo un autobús que atraviesa el pueblo de cuando en cuando y que si tienes suerte y no hay mucha gente, te dejarán subir con las maletas y evitarte así, la empinadísima subida con las maletas hasta el hotel. 

Nosotros volamos hasta Pisa, desde aquí cogimos un tren a La Spezia y una vez aquí otro con dirección Sestri Levante que es el que pasa por los cinco pueblos. La verdad es que hay bastante frecuencia y es bastante cómodo moverte de esta forma. La otra opción es alquilar un coche o una moto y dejarlos en los aparcamientos de la parte alta de los pueblos. 

Aunque nosotros nos quedamos en Manarola, os los presentaremos de norte a sur que fue como nosotros los visitamos. 

Monterroso al mare está dividido por la vía del tren, a un lado están las playas y la estatua "Il Gigante", que representa al dios Neptuno; y al otro lado está el resto del pueblo. Aunque nuestra idea era pasar el día en la playa, al final no nos entusiasmó demasiado y preferimos dedicarnos a callejear por el pueblo. La zona más comercial es chiquitina pero hay bastante oferta de restaurantes y tiendas varias donde poder comprar o simplemente mirar y conocer un poco más de la gastronomía de la zona. 

Si queréis comer en el pueblo, no os podéis perder Ciak-ristorante La Lampara, en Piazza Don Minzoni 6, os lo encontraréis subiendo por la calle principal del pueblo viejo. Están impresionantes los ravioli al sugo di gamberi, es decir, ravioles rellenos de queso ricotta, lubina y merluza en salsa de camarones.





Además de Manarola, el pueblo que más nos gustó fue Vernazza ya que es quizá el más animado y cuidado de todos. El tren te deja en la parte alta del pueblo y las calles que discurren hasta el puerto están repletas de pequeños comercios locales. Junto al puerto hay una pequeñísima playa donde puedes darte un chapuzón y refrescarte del sofocante calor, pero si no encontráis sitio en la playa, hay un pedrero muy agradable justo al lado desde donde puedes saltar al agua sin problemas y hacer snorkel además de bañarte. 



Si os animáis a hacer pierna, podéis subir andando hasta el castillo o hasta los miradores que encontraréis al comienzo de la ruta a pie que une este pueblo con Moterosso, la recompensa será esta vista de Vernazza y de los pueblos más cercanos.


Al principio os engañé un pelín porque sí que hay otra forma de moverse entre los pueblos ¡andando! Sí, sí, andando. Entre las montañas se dibujan sendas que unen los pueblos entre sí, además de proponer un montón de rutas alternativas a quienes elijáis la zona para hacer senderismo. En esta página web podréis encontrar información sobre los senderos http://www.cinqueterre.es

Nosotros decidimos hacer la que unía Vernazza y Corniglia, y está fue la vista que tuvimos nada más abandonar Vernazza. 



Y esta un rato antes de llegar a Corniglia. 


Aunque resultó un poco durillo por el calor, mereció la pena. El paisaje es una maravilla.

Corniglia nos resultó el pueblo más soso de todos y a pesar de la espectacularidad de su ubicación, fue el que menos nos gustó. Además, la estación de tren está lejos del pueblo y hay que coger un autobús que pasa con no demasiada frecuencia. Aún así, no os lo podéis perder. 


Y por fin llegamos a Manarola. Nos encantó quedarnos allí ya que aunque no es el pueblo con más tiendas, ni restaurantes, tenía muchísima vida. Por el día había muchísimo barullo porque los trenes abarrotados de turistas no paran de dejar y recoger a gente, pero por la noche, cuando todo el mundo se iba y solo quedábamos la gente del pueblo y los escasos turistas alojados allí, no se podía respirar más tranquilidad. Además, para animar las noches, cada día había alguna atracción: un día fuegos artificiales; otro día, una orquesta; otro, un espectáculo de música y luz... y si no, siempre se puede buscar un sitio tranquilo donde poder observar las estrellas...



En Manarola, no podéis dejar de probar dos restaurantes: la Trattoria del Billy, situada en la parte alta del pueblo, os recomendamos pedir una mesa en la terraza para poder disfrutar de una increíble puesta de sol mientras cenáis; y Marina Piccola, que encontraréis en el puerto. Todos los restaurantes son modestos pero la comida es de gran calidad. En Marina Piccola cenamos más de una noche y todas genial. Además, el precio es estupendo, dos platos de pasta, postre y botella de vino, por menos de 60€.




Y por último, os encontraréis Riomaggiore. La mejor forma de llegar a Riomaggiore desde Manarola es andando, por la Via dell'Amore. Se trata de una ruta de un kilómetro, muy llana y sencilla desde la que podréis contemplar unas vistas maravillosas.


Monterosso es el pueblo más grande y en el que encontraréis mayor oferta turística. De hecho, es el único que ofrece excursiones de submarinismo, por ejemplo. A nosotros nos pareció menos interesante que Manarola aunque este tiene más fama y más turismo. 






Por último, y aunque ya no está entre los pueblos de Cinque Terre, no podéis dejar de visitar Porto Venere, pasear por sus callejuelas y comprar algunos botes de pesto (es buenísimo, ¡os lo aseguro!), visitar el castillo Doria y daros un chapuzón en sus aguas, aunque eso sí, como está tan cerca el puerto no son las más limpias.





¿No os apetece salir pitando para allá? :) Feliz semana!

lunes, 19 de noviembre de 2012

Risotto con champiñones y foie

Como el fin de semana se presentaba un poco lluvioso, me puse manos a la obra y  preparé este estupendo risotto de champiñones y foie. Yo lo hice con lo primero que encontré en la nevera, pero ahora que estamos en temporada de setas, si le ponéis boletus o cualquier otra seta un poco más especial, seguro que el resultado será espectacular.


Ingredientes (2 personas): 180 gramos de arroz arborio, 150 gramos de champiñones, 50 gramos de foie micuit, 1 cebolla, 2 dientes de ajo, 50 gramos de queso parmesano, 1 vasito de vino blanco seco, 1/2 litro de caldo de pollo, aceite de oliva virgen extra, azafrán, sal, pimienta negra y perejil.

Elaboración:
1. Lo primero que hago es pochar la cebolla y los dos dientes de ajo picaditos. Cuando están dorados, añado los champiñones cortados en gajitos y los rehogo.
2. A continuación, incorporo el arroz y cuando adquiere ese característico color dorado, vierto el vasito de vino blanco y un cucharón de caldo. Lo cocino suavemente durante cinco minutos sin dejar de remover. Es muy importante que no se quede seco en ningún momento.
3. Pasados esos cinco minutos, voy agregando caldo poco a poco durante diez minutos. Os cuento mis trucos en estos minutos cruciales: el caldo tiene que estar templado para no romper la cocción del arroz, hay que ir añadiendo caldo a medida que se va consumiendo y, por último, no se puede dejar de remover en ningún momento. De este modo, se libera el almidón del arroz y se consigue la textura cremosa propia de los risottos.
4. Pasados los diez minutos, añado el queso parmesano, los trocitos de foie, unas hebras de azafrán y una pizca de pimienta y sigo removiendo durante cinco minutos más. Finalmente, lo aparto del fuego y lo dejo reposar tres o cuatro minutos.

Presentación: emplatar y decorar con unas láminas de foie y un poquito de perejil.

Maridaje: nosotros lo acompañamos de un vino de Madrid que nunca habíamos probado y que nos gustó mucho: Las Moradas de San Martín, Initio 2006 (100% Garnacha). 

¡Voilá, listo para comer! Rico, rico.


domingo, 11 de noviembre de 2012

Migration Camp y el Serengeti

Es cierto que el lugar que os voy a proponer no es para hacerse una escapadita de fin de semana, pero desde luego es un sitio hasta el que merece la pena dejar volar la imaginación y visitar aunque sea en fotos. Pero si tenéis la oportunidad de visitar el Serengeti, no dejéis de elegir este hotel espectacular. 

Este otoño tuvimos la suerte increíble de visitar Tanzania. Os contaré nuestro recorrido por los distintos Parques Nacionales y el final en la playa, pero quiero empezar casi por el final del viaje porque, además de ser el parque que más nos impresionó, este hotel fue con creces el más especial de todos. 

Los masai conocían esta zona del norte de Tanzania como la "llanura sin fin" y de ahí viene el nombre de Serengeti. Y es cierto que en el Serengeti hay llanuras infinitas que parecen no terminar nunca, pero también paisajes repletos de vegetación que invita a los animales a recorrer kilómetros y kilómetros en busca de estas zonas más verdes según la estación del año. Nosotros visitamos la zona en la época seca y afortunadamente todavía encontramos a muchos búfalos, ñus, cebras, jirafas, elefantes... migrando hacia el norte del Parque ya en Kenia. Un espectáculo.






Otro de los regalos del Serengeti, fue esta escena de dos leonas con seis cachorros a los que estuvimos contemplando durante media hora. No podíamos separarnos de su lado. Fue increíble...


Y por supuesto, no puede uno irse del Serengeti sin acercarse al río Mara para intentar ver a los animales cruzando. Nosotros no tuvimos la suerte de que se animaran a dar el paso a pesar de que estuvimos esperando algo más de una hora, mientras comíamos. Pero mereció la pena ver el espectáculo dantesco de docenas de animales muertos mientras intentaban cruzar, acompañado de un olor indescriptible, todo ello aprovechado por buitres, hienas, cocodrilos y demás carroñeros. El ciclo de la vida...


Y al final del día, después de tantas emociones, llegaba la recompensa. El Migration Camp es un hotel con tiendas sobre una base de madera que se encuentra situado a los pies del río Grumeti, lo que añade un plus a este magnífico hotel, pues garantiza animales muy cerca y puesto que los hoteles no están vallados, pueden acercarse a las cabañas con toda naturalidad. Es genial llegar después de un día de traqueteos interminables y sentarse en su formidable terraza a tomar un vino o una cerveza mientras escuchas a los hipopótamos chapoteando en el río. 


                              


Esta era nuestra cabaña, era preciosa, pero si algo era realmente espectacular era bajar a desayunar y encontrarte a una jirafa haciendo lo propio entre los árboles. 



Nuestra terraza desde la que escuchábamos a los leones y desde la que vimos a un hipopótamo pastando una noche a un palmo de la cabaña. 





Las zonas comunes eran igual de espectaculares que el resto del hotel. La recepción del hotel junto a la piscina y el restaurante estaban abiertas para poder disfrutar de las vistas tomando algo o cenando. 



Fue genial poder disfrutar un par de noches de este hotel genial y de este parque impresionante. Es de esos sitios donde uno cruza los dedos para poder volver algún día. Esperemos que se cumpla.