viernes, 27 de mayo de 2011

Sagres, donde acaba Portugal

La última parada de nuestras vacaciones del pasado verano fue Sagres. La zona de Sagres es  muy particular, parece otro mundo dentro de Portugal porque ni su vegetación, ni la densidad de población, ni el paisaje, se parecen al resto de Portugal y mucho menos al resto del Algave. Sagres en sí mismo no es un sitio bonito, se ve que el pueblo ha crecido con poco criterio y no se ha librado del boom inmobiliario, atraídos por el mar y el viento, el pueblo se llena de gente que busca buenas playas y viento para navegar o practicar surf, kitesurf... Pero una vez que te acercas a su costa, descubres que es imponente y entiendes por qué tanta gente elige esta zona de Portugal para disfrutar de sus vacaciones cada año.


Para nosotros Sagres era ya final de trayecto, los últimos días de vacaciones antes de volver a trabajar y, a pesar de que a priori el pueblo nos decepcionó porque no era tan vistoso como otros en los que habíamos estado, ofrece muchas alternativas para disfrutar del mar: puedes hacer un curso de surf, avistar ballenas, bañarte en un mar increíble o visitar cuevas de la zona en lanchas de pescadores. Por cierto, la mala fama que tiene el Atlántico, en cuanto a que el agua está fría, es un mito; está impresionante, una temperatura perfecta y unas olas estupendas, hacen que estés deseando volver a meterte una y otra vez. 
Nosotros nos alojamos en el hotel Memmo Baleeira, un hotel muy moderno y con unas vistas increíbles al mar. El hotel es el resultado de la remodelación de un hotel antiguo y se nota un poco en el aspecto de la fachada, pero le da a la vez un aspecto retro que a nosotros nos gustó. Tiene bastante sitio para dejar el coche y el aparcamiento es gratuito.
La verdad es que elegimos este hotel ya en la primera búsqueda que hicimos en internet, nos encantó la sensación de tranquilidad que transmitían sus habitaciones y las vistas que tenían. Y, ya que reservamos con mucha antelación pudimos conseguir una; además, la diferencia de precio merecía la pena.



El ambiente del hotel resulta muy agradable ya desde la recepción. Además de un personal muy amable, una pared completamente acristalada la llena de luz. Se nota que es un hotel enfocado y al público que va a disfrutar de la playa y del mar porque los espacios son amplios, tienen una zona para guardar las tablas y el suelo es de cerámica para que no se estropee con la arena. Las habitaciones son amplias y con un pequeño balcón que viene fenomenal para secar las toallas y dejar fuera la bolsa de la playa y no llenar así la habitación de arena.
Es muy bonita la terraza que tiene el hotel y la zona de sofás, te puedes tomar un zumo de frutas o una cerveza antes de cenar y una copa a la vuelta a la vez que lees el periódico o simplemente disfrutas del sonido del mar y una conversación. Además, creo que la cocina del hotel es bastante buena, al menos está muy recomendada, aunque nosotros no llegamos a probarla. El precio medio de las habitaciones en agosto ronda los 150€, aunque he recibido ofertas del hotel para la primavera por 50€ la noche.
Los restaurante en Sagres nos parecieron más caros que en el resto del Portugal y, quizá porque atrae a mucho amante del mar, no en todos los casos la subida de precios responde a una mejora de la calidad o a una cocina más elaborada. En general, comimos muy bien, pero nosotros tenemos que destacar, entre los que probamos, el restaurante A eira do mel. Está en Villa do Bispo, muy cerca de Sagres y está recomendado por la guía Michelín (¡y no me extraña!). Es una casa tradicional, pintada de blanco y con los bordes de las ventanas en azul. Por dentro, está decorada con aparejos de la tierra y tiene un aire muy rústico, el servicio es muy amable y la comida está buenísima. Es comida tradicional de pescado y productos de la tierra que merece la pena probar. Desde luego, es una cocina diferente a la que habíamos probado en el resto de Portugal. El precio para dos personas con vino ronda los 70€.




Una visita inexcusable es la del Cabo de San Vicente, los acantilados son impresionantes y da la sensación de que el faro indica el final de la tierra porque sólo ves mar a tu alrededor. Eso sí, hay muuucho viento. Nosotros dimos una vuelta, vimos el faro por dentro y fuimos en busca de una playa, pero también se pueden hacer rutas de senderismo si se desea. De hecho hay una ruta que une el Cabo de San Vicente con Santiago de Compostela...



Cerca de Sagres hay muchas playas chiquitinas, muy tranquilas y preciosas. A nosotros la que más nos gustó fue la praia do Tonel y eso que había que bajar (y después subir...) un montón de escaleras bastante empinadas, pero era no muy grande, estaba escondida entre acantilados altísimos y, como casi todas las playas de Portugal, tenía un agua completamente cristalina. Lo peor es que solo tiene un chiringuito y es bastante básico, pero para comer algo rápido y seguir en la playa, puede pasar. Eso sí, el chiringuito no tiene servicios.
No obstante, a no muchos kilómetros de Sagres hay muchísimas playas larguísimas, de arena fina y muy bonitas, como la famosa playa de Carrapateira, nosotros nos animamos a hacer un curso de surf y a pesar de ser un deporte duro, ¡nos gustó! Repetiremos seguro!
Cómo nos gusta recordar las vacaciones, nos hace revivir algunas sensaciones de esos días únicos y nos relaja muchísimo. Os recomendamos que os animéis a conocer un poco más a nuestro país vecino, merece la pena descubrirlo. 

2 comentarios:

  1. Gracias a estos consejos comimos fenomenal en Vila do Bispo, nos encantó el sitio!!!, no dejes de recordar y aconsejar. Besos

    ResponderEliminar
  2. Me alegra mucho que os haya gustado tanto como a nosotros. La verdad es que tenemos un recuerdo muy especial de Portugal.

    Un beso y sigue leyéndonos!

    ResponderEliminar